El otro día me enteré de algo que me enfadó bastante. Estuve pensando en cómo expresar mi enfado, y, como no soy de esos violentos que se creen Dios y por encima de la ley, en vez de quemar cosas, escribo en un blog.
Bueno; me enteré que, según una encuesta reciente, sólo el 16% de la población estaría dispuesta a defender España. Ya ni siquiera hablar de arriesgar la vida.
Y digo yo; la seguridad social, las autopistas, la televisión pública, el derecho a ser defendido por la policía y el ejército, el derecho a votar y tener representación parlamentaria, y, en general, a todo lo que pone en la constitución y que se le da al español...
¿Se nos es debido acaso? ¿Acaso el mero hecho de tener los pies sobre este territorio nos da derechos que los de al lado no tienen? ¿Es gratis todo esto? En el caso de que sea gratis, es injusto. El Estado está regalando cosas a la gente sin motivo. Digo yo, que a cambio de todo esto, por lo menos se podría tener la decencia de querer defenderlo.
Para usar una metáfora, es como el perro que recibe comida del amo toda la vida. El amo le cuida, le mima, le mantiene, a cambio de que cuando entren ladrones en casa, el perro ataque. Pero cuando entran los ladrones, el perro se queda mirando cómo estos le pegan una paliza al amo. A lo mejor, hasta se le come cuando se vayan los ladrones y dejen al amo agonizante en el suelo, con el pretexto de que tiene hambre.
Pues esto es lo mismo. Recibimos todo lo que se nos da, pero no somos capaces de tener un poco de lealtad hacia el que nos da, y ni siquiera agradecimiento. ¡Ni siquiera somos capaces de hacerlo por nosotros mismos, ya que sin el Estado, se acabó el 'chollo'!
Aparte de esto, que me parece el egoísmo, la mezquinidad y la traición supremas, aparte de ser propio de los más desagradecidos, está el concepto de que España no es un concepto extraño y ajeno.
España somos también nosotros. Los mismos que decimos que no somos capaces de defender a España, estamos afirmando que no somos capaces de defender nuestro suelo y nuestras tradiciones, pero ni siquiera al vecino de enfrente, al primo de Cuenca, al tabernero de la esquina ni a nosotros mismos.
Y contra eso también me gustaría arremeter. El suelo por el que hemos luchado durante siglos, que nuestros abuelos labraban con el sudor de su frente, donde esos mismos abuelos están enterrados... ¿No somos capaces de defenderlo? ¿Y las tradiciones? Esas que se han ido repitiendo desde tiempos lejanos, que nosotros, al igual que nuestros padres, abuelos, bisabuelos, hemos ido cumpliendo y enseñando a las futuras generaciones, que nos identifican como españoles... ¿Tampoco son dignas de ser defendidas?
Y aparte de todo eso, siempre te llegará alguien diciendo 'Es que no merece la pena morir por eso'. Ya. Vale. Y si no merece la pena morir por esto, ¿Por qué sí merece la pena morir? ¿No es acaso la vida lo más preciado que tenemos? Pues por ese mismo motivo, dar la vida propia por los demás es el más noble de los actos. Es egoísmo tratar de defender la vida de uno por encima de la de otros. Para alguien noble y generoso, la vida de una sola persona ajena vale más la pena que la propia, por mucha tristeza que le de.
En resumen, el egoísmo es supremo en España, pero aún así, hay un 16% que sería capaz de sacrificarse por ese 84% restante a quien se les da un ardite los demás. Se llama lealtad incondicional.
Y yo me enorgullezco de afirmar que yo soy de ese 16%. Yo doy un cheque en blanco a España, para que se me pida lo que sea. Poco importa si lo que estoy haciendo es defender una sociedad llena de egoístas. Yo estoy defendiendo mi gente, mi tierra, mis tradiciones, mi patria, sea como sea.
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